La actividad textil en el prehispánico fue desarrollada a nivel doméstico como complemento de la actividad agrícola; así como, en grandes talleres donde el trabajo se encontraba plenamente organizado, infraestructuras que albergaban decenas y hasta centenas de tejedores, quedando como testimonio los restos arqueológicos de los talleres textiles Moches ubicados en Pampa Grande (Chiclayo) y los pictogramas inmortalizados en sus cerámicas, industrias que fueron difundidas hacia otras regiones y culturas.
El imperio Inca desarrolló una actividad textil a gran escala, manteniendo grupos especializados como los cumbicamayoc y las acllas para elaborar tejidos finos, encontrándose infraestructuras como los acllahuasis, algunos de los cuales estaban integrados por centenares de trabajadoras como el acllahuasi de Huánucopampa que cobijó a 2,000 acllas, mujeres dedicadas especialmente a la labor de tejidos sagrados y al arte culinario.
¿esto quiere decir que, en el Perú prehispánico se desarrollaban sistemas productivos similares al Factory system?
Superficialmente, sí. Sin embargo, existen algunas diferencias profundas.
Estos talleres textiles prehispánicos juntaban todos los factores de producción al interior de sus infraestructuras, en los cuales se empleaban aparatos muy rudimentarios. La fuerza laboral era organizada y controlada por cierta élite administrativa-militar-religiosa, élites que poseían ciertos privilegios para el control de la fuerza laboral y sobre la producción de determinadas manufacturera, lo que determinaba límites a la producción, generando monopolios y estancamiento tecnológico.
Por otro lado, las fábricas fruto de la Revolución industrial inglesa, albergaban todos los factores de producción, dirigido por élites administrativas e innovadoras que, en su afán de capitalización, desarrollaban diversas tecnologías con el fin de hacer más productivas sus inversiones, cambio tecnológico que además de especializar a la mano de obra por un lado, y desplazarla por otro, fue desmantelando los antiguos monopolios que mantenían los gremios en la Edad media, gremios que impedían, entre otros, el cambio tecnológico y social… a la larga, la tecnología produjo además de economías de escala, monopolios estructurales y una casi injusta división internacional del trabajo ; pero eso es otro tema.
Existen diferencias contextuales entre ambos sistemas; sin embargo, es interesante ver como se desarrollaba la producción a gran escala en el prehispánico ante la ausencia de conceptos como: mercados propiamente abiertos, propiedad privada y crédito, capital y capitalismo, liberalismo y librecambismo.
En el Tahuantinsuyu el tejido desempeñó un papel especial, no solo en lo utilitario y ornamental, sino también, fue parte importante en el aspecto económico y ritual. Ningún acontecimiento político, militar, social o religioso estaba completo sin la presencia de tejidos, desde aquellos que involucraban al Sapainca y al Estado, hasta los de uso cotidiano de la población. Esta actividad se aprendía en la infancia, realizada indistintamente por varones y mujeres.
En el Imperio Inca existieron dos tipos de tejidos en especial, Cumbi y Ahuasca.
Cumbi eran los tejidos de mayor calidad, de los cuales, los más suntuosos y elaborados eran empleados para usos rituales y para vestir al Sapainca, realizado por las Acllas que eran sacerdotisas entregadas al culto religioso; mientras que las élites vestían cumbi hechos por los Cumbicamayoc que eran grupos de tejedores especializados, labor a la que se dedicaban exclusivamente.
La gran calidad de estos tejidos fue producto de la técnica, maestría y delicadeza de los tejedores y no por la complejidad de sus rudimentarios telares.
Ahuasca eran tejidos burdos, de calidad inferior, con la que se vestía la gente del pueblo, labor que realizaban para el autoconsumo en sus viviendas como complemento de la agricultura.
Grandes cantidades de estos tejidos fueron realizados por los ayllus o comunidades mediante el régimen tributario de la Mita “una camisa por persona y una manta por unidad doméstica”, actividad en la que el Estado proporcionaba la materia prima.
Paralelamente a la industria textil prehispánica se desarrolló una singular cultura en la domesticación y crianza de camélidos sudamericanos.
La fuerza laboral del Tawantinsuyu fue su verdadero capital, pues no se conocía el capital monetario; en su lugar se empleó un sistema de reciprocidad y redistribución para con sus trabajadores y habitantes, fuerza motriz del incanato. En el Tahuantinsuyu se impuso la aceptación ideológica de que el trabajo era obligatorio y una manera de alcanzar el bienestar y la felicidad, hasta el nivel de convertirlo en un deber sagrado para con el Sapainca y el Estado.
Los caminos que comunicaban a todo el Tawantinsuyu jugaron un papel importante, ya que existió personal especializado en el transporte de mercancías y por ende en la comercialización a través del intercambio o trueque, de la redistribución y de la reciprocidad, de la entrega de ofrendas y regalos, de tributos, entre otros. El concepto de reciprocidad y redistribución para con el pueblo; el intercambio de tejidos como negociaciones diplomáticas con otros pueblos a someter; y el concepto de la pertenencia de tierras permitió el perfecto desarrollo de los enclaves ecológicos, medios por los cuales, los ayllus o comunidades, poseían tierras en sitios diferentes a los suyos e incluso ubicados en diversos pisos altitudinales, con la finalidad de abastecerse de bienes que no podían producir en sus tierras oriundas.
Conceptos como: la especialización de artesanos y cierto criterio de autosuficiencia permitieron el desarrollo de la actividad manufacturera y la expansión comercial de productos.
El ayllu Mohina, como era conocido cierto sector del valle de Lucre en el prehispánico, fue uno de los ayllus más importantes del Cusco, siendo absorbido por las armas por el Imperio Inca; zona donde estuvo ubicada la panaca o ayllu real de Huáscar, último Sapainca del Tawantinsuyu reconocido por la extinta nobleza de los Orejones.
Al transpolar lo estudiado por varios especialistas del prehispánico, es de advertir que el ayllu Mohina y la posterior panaca de Huáscar contara con haciendas casi autosuficientes y con ciertos enclaves ecológicos, haciendas que habrían contado con talleres, entre ellos textiles para abastecer de productos tanto a sus súbditos como a las élites que los gobernaban; manufacturas que fueron almacenadas en chullpas y de las que dieron cuenta los primeros cronistas cuando estuvieron por este sector.