INDUSTRIA TEXTIL COLONIAL


Obrajes textiles

La actividad textil desarrollada en la época Colonial inició poco después de la invasión-conquista del Tawantinsuyu; inicialmente con las técnicas y tecnologías utilizadas por los aborígenes para posteriormente introducir máquinas de tecnología medieval de procedencia europea.

Esta industria fue desarrollada en los obrajes, chorrillos y en las viviendas de los indoamericanos.

Los obrajes fueron unidades de producción masiva de tejidos, infraestructuras dotadas de instalaciones y aparatos textiles donde se realizaban todos los procesos productivos como el hilado, el tejido, el teñido y el acabado de la tela; infraestructuras que poseían batanes hidráulicos que determinaban el valor del obraje.

Además de los obrajes textiles, existieron obrajes dedicados a fabricar objetos de cuero, vidrios, velas, pólvora, entre otros, siendo los obrajes textiles más frecuentes en la Sierra Sur.

En cuanto a los chorrillos, estos fueron unidades de producción dedicadas a la realización de algunos procesos productivos como: tejido, teñido o batanado de telas; además existieron chorrillos que desarrollaban esta actividad a tiempo completo, y otros de manera parcial como complemento de otras actividades como la agricultura.

Tras la invasión y conquista española, fue la ingeniería textil prehispánica la que conquistó a los colonos, quienes iniciaron con la apertura de obrajes, grandes fábricas de tecnología medieval que eran instaladas sobre o cerca de los antiguos talleres textiles prehispánicos, lo que en parte explica la temprana apertura de estos centros de producción a gran escala.

El primer obraje data de 1545, fundado en Sapallanga-Junín, al que se introdujeron las primeras máquinas medievales accionadas por fuerza humana como los telares e hilanderas; mientras que algunos batanes, eran impulsados por la energía hidráulica; así mismo, fueron introducidos los carneros, componentes industriales que enriquecieron la industria textil.

La importancia y arraigo de la industria textil fue tal, que en el siglo XVII existían 300 obrajes en Perú, en Cusco existieron 22 obrajes y 196 chorrillos aproximadamente, siendo el Cusco uno de los núcleos comerciales de la Ruta de la Plata que se extendía desde el Pacífico (Lima-Arequipa) hasta el Atlántico (Argentina).

Fue introducido el concepto de capital monetario, que no fue entendido y/o aceptado por los amerindios rápidamente; sin embargo, a partir de entonces, la moneda de oro, plata y cobre fueron las formas de acumulación de riquezas; además de los capitales inmobiliarios y otros mobiliarios. Así, el antiguo capital humano del Tawantinsuyu perdió una de sus peculiaridades; no obstante, la prestación de fuerza laboral se mantuvo vigente siendo el sostén económico del periodo colonial.

 

Orígenes de las manufacturas. Importancia económica

En el Perú colonial existieron tres tipos de tejidos (y de artículos en general) que dependían del origen de los mismos.

Ropa de la tierra eran los textiles manufacturados en Perú; géneros de Castilla eran los textiles importados desde la Península Ibérica; y los productos de contrabando introducidos por Inglaterra a manera de ensayo de su industrialización.

La legislación acerca del funcionamiento de los obrajes fue contradictoria, fluctuando entre políticas proteccionistas dada por el Consulado de Lima y políticas de restricción impuesta por la Corona española, estando a nivel general restringida la apertura de obrajes, debido principalmente a dos motivos fundamentales: primero, para satisfacer el monopolio en el empleo de los indoamericanos para trabajar en las minas de exclusivo beneficio de la Corona española que dejaba poca mano de obra para la actividad textil; y segundo, para, a consecuencia de la ausencia de industrias capaces de satisfacer las necesidades del mercado interno, fomentar la importación de manufacturas denominadas efectos de Castilla, entre las que se encontraban tejidos fabricados en España y países aliados, productos que en un periodo fueron entregados obligatoriamente a los indoamericanos mediante el reparto de mercancías, siendo este uno de los motivos que llevó al levantamiento de los Túpac Amaru.

A consecuencia de las políticas restrictivas hacia la apertura de los obrajes, los obrajes de la costa fueron devastados debido a la fácil inspección que sobre ellos tenían los enviados de la Corona; mientras que los de la sierra fueron protegidos por las altas montañas que dificultó la labor de inspección, sumada a ella las transacciones y pagos realizados por los obrajeros y hacendados, lo que permitió llevar adelante la industria textil peruana que se enraizó profundamente en la Sierra Sur. Por estos motivos, muchos talleres textiles funcionaron ilegalmente, aunque a sabiendas de las autoridades locales.

Los metales preciosos exportados por Perú desde sus minas y desde los bolsillos de su pobladores, salieron como torrentes sin retorno, dejando al Perú desprovisto de metales preciosos, en un periodo en que el concepto de capital monetario era sinónimo de acumulación de riquezas, como lo empezaba a ser en todo el mundo, principio económico que permitió a los países de Europa occidental abrazar la Revolución industrial; dejando claramente al Perú en desventaja y dependiente económicamente de España… Sin ahorro no habría inversión.

Los obrajeros y hacendados, con la intención de retener parte de estos metales preciosos, manufacturaban y comercializaban sus productos en zonas mineras, de esta manera el oro y en especial la plata fue a parar a los mercados del interior del país, generando capitales, capitales monetarios que preocupó a España, que solo aspiraba la dependencia total de sus colonias; por ello la necesidad de impedir y hasta de destruir estos centros manufactureros.

Tres motivos fundamentales hicieron que se instalen obrajes. Primero, la necesidad de contar con manufacturas nacionales, pues para la época colonial España no podía cubrir la demanda del Perú. Segundo, la necesidad de contar con una economía nacional, ya que los metales preciosos eran exportados hacia Sevilla, y la única manera de hacer que estos quedaran en el Perú era realizando la venta de manufacturas que eran requeridas por las minas, transacciones comerciales que empezaron a crear una economía nacional basada en metales preciosos. Tercera, la existencia de todos los elementos necesarios para el desarrollo de la industria textil.

Por estos motivos, la fundación de obrajes corresponde a la ultra necesidad de contar con una producción nacional y los beneficios que acarrean el trabajo y la industria. Por estos motivos, la Sierra Sur del Perú se convirtió en una región altamente manufacturera generado por una economía pre industrial, y en algunos casos, hasta casi proto industrial; la costa central, despojada de esta oportunidad, se dedicó especialmente a la agricultura y al comercio portuario generando una economía mercantilista.

La ausencia de industrias manufactureras que permitan agregar valor a las materias primas del país, impidió el surgimiento de una economía nacional que permitiese retener el capital monetario y las materias primas que, presurosas salían hacia el exterior, recursos necesarios para generar economías productivas y hasta capitalistas; por lo que el Perú quedaría a merced de una economía mercantilista de enclave: exportador de minerales, exportador de monedas en metales preciosos a cambio de la importación de manufacturas que se pudieron fabricar en el país. Así, con la ausencia de industrias la economía nacional quedaría dependiente de las políticas económicas de España-Francia (Casa de Borbón) y otros países que tuvieran el poder para ello.

España, invadida de las riquezas metálicas de América y de otros confines, afrontó un fenómeno sin precedentes. La gran cantidad de plata y oro que ingresaba; condujo a un incremento de los precios de sus productos y de los salarios, sumándose los ingresos monetarios a causa de la exportación de productos manufacturados hacia sus colonias como el Perú que quedo desabastecido de bienes de consumo de primera necesidad a causa de las guerras en los primeros años de la invasión y conquista. Para evitar la inflación económica, Carlos V prohibió la fabricación de tejidos en España, actividad que sería realizada por los Países Bajos incorporados a España a manera de distribuir sus riquezas, esto con el fin de eludir el alza en los precios que desequilibraba la economía peninsular; dando la oportunidad de realizar dichas manufacturas a países aliados.

El torrente de metales preciosos, la apertura comercial de España para introducir manufacturas procedentes de otros países para satisfacer a América, y los nuevos y extensos mercados conquistados por todo el globo, fue percibida por Inglaterra y Francia como una gran oportunidad, países que podrían participar sobre estas riquezas comercializando sus productos manufacturados, para lo cual aumentaron su productividad. De esta manera las riquezas de Hispanoamérica contribuyeron con el desarrollo de la Revolución industrial europea.

Inglaterra, primer país en desarrollar y en concluir satisfactoriamente su Revolución industrial, introdujo sus mercancías al país de dos maneras: la primera legalmente por medio de tratados con España; y segundo, por medio del contrabando, productos que ingresaban por el Virreinato de la Plata, siguiendo la Ruta de la Plata, manufacturas que en parte ocasionaron el cierre de obrajes dada la competencia ejercida, además de desarticular las rutas comerciales previamente establecidas; llevándose eso sí, las monedas en metales preciosos.

Sin embargo, existió un producto más sutil que ingresaba de contrabando tanto desde Inglaterra como desde Francia: pensamientos e ideales filantrópicos, que traían consigo un mundo moderno, próspero, justo, libre e igualitario, ideales que al ser introducidos al Perú, además de originar pensamientos de emancipación y de liberalización política entre los peruanos, tenía como propósito desmantelar el monopolio mercantil español para así introducir sus manufacturas y poder extraer materias primas, dadas que estas no tenían provecho en un país sin industrias.

El declive de los obrajes y de la industria textil colonial inició a finales del siglo XVIII, existiendo 150 obrajes. Esto coincidió con el fracaso del repartimiento de mercancías, el incremento del contrabando, la revolución de los Túpac Amaru, que arrasaron con los obrajes; el levantamiento de los Angulo, que incautaron los obrajes para ponerlos al servicio patriótico.

 

Obraje Hacienda Nuestra Señora de la Asunción – Lucre

En Crónicas del Perú (1548-1550), Pedro de Cieza de León manifestó que los primeros españoles que llegaron al sector de Mohina, encontraron edificios con “mucha cantidad de plata y de oro y mayor de ropa de la preciada y rica”, siendo esta la evidencia de los lujos y actividades productivas realizadas en ese sector, que posteriormente sería conocido como Lucre, sector que fue la panaca del sapainca Huáscar.

Como advertí, los obrajes y la actividad textil colonial se asentó sobre los cimientos de la ingeniería textil prehispánica, por lo cual, sobre o cerca de estos talleres se instalaron obrajes, entre los cuales habría algunos funcionando ilegalmente.

De acuerdo a un censo realizado en 1689 en la hacienda principal de Lucre (pues había otras pequeñas haciendas en ese sector) fue anotado que existían 150 personas dedicadas a la confección; no siendo catalogado como obraje.

Además de estar restringida la apertura de obrajes, para tener y poner en funcionamiento un obraje textil era necesario contar con la Autorización Real para Mantener Telares, privilegio exclusivo, entregado por el representante del Rey en persona, el cual era concedido sólo a grandes, potentados y poderosos señores americanos, con el anticipado pago de fuertes sumas de dinero y con la demostración de su fidelidad hacia la Corona; posibilidad alejada de los talleres textiles de Lucre.

Fue en 1715 cuando, el hábil comerciante, obrajero-hacendado y párroco criollo Juan Antonio de Ugarte Ordóñez de la Real pudo obtener la Autorización Real para Mantener Telares para los talleres textiles de Lucre, personaje que, para vencer las adversidades dadas para la apertura legal de obrajes, tuvo que valerse de la amistad arraigada que tenía con Diego de Esquivel y Navia el “marqués de Valleumbroso” personaje sobresaliente que permitió la falsificación de la Autorización Real, título que por aquel entonces ya no era empleado por su dueña originaria. De esta manera se pudo fundar legalmente el Obraje-hacienda Nuestra Señora de la Asunción en 1715; uno de los obrajes más emblemáticos del Perú colonial.

El Obraje de Lucre, fue una de las instituciones de más larga tradición cusqueña y peruana; entrando dentro de la categoría de los obrajes más suntuosos, no solo del Cusco, sino también de la Sierra Sur. Los tejidos elaborados en este Obraje, fueron conocidos por su gran calidad; y cuando los obrajeros de Cusco se referían a la calidad de sus tejidos solían decir “como los que se fabrican en Lucre”.

En 1796, la Real Audiencia del Cusco informó que la familia de Lucre “fue una de las más ricas del Perú”, habiendo sido tazada su fortuna a mitad del siglo XVIII en 1’000,000 de pesos.

Para 1754, contaba con 50 telares, 6 prensas, batanes, 4 tornos de urdir, 11 tornos de canillar y varias galerías de trabajo, lo que muestra que la actividad textil desarrollada en la época colonial era más que una simple actividad artesanal, pues se aprecia un conjunto de maquinarias medievales empleadas para la producción de grandes volúmenes de tejidos.

El obraje de Lucre no salvo de los periodos beligerantes, pues durante las rebeliones ocasionadas por los Túpac Amaru, el General José de Picoaga y Zuloaga, propietario del Obraje de Lucre y siendo de avanzada edad, estuvo entre “muchos de los principales vecinos de la ciudad” que combatió en el ejército Realista a finales del siglo XVIII.

La actividad económica desarrollada por José de Picoaga durante el tiempo que dirigió el Obraje de Lucre, no se salvó de la ruina en la que se encontró al final de sus días. Según la viuda de José de Picoaga, Juana de Arriola y Arbisa, “la rebelión de Túpac Amaru, cuyas huestes arrasaron y paralizaron el Obraje de Lucre y las pérdidas, atrasos y dependencias contraídas por su marido durante el tiempo que gestionó el obraje, destruyeron la solvencia económica que había heredado de sus padres”.

Tras la desaparición de José de Picoaga fue su hijo Francisco quien asumió la dirección del Obraje. Francisco de Picoaga, como capitán de caballería y teniente coronel combatió en el ejército realista contra los rebeldes de Túpac Amaru.

 

Dimorfismos previos a la independencia del Perú

El mariscal Francisco de Picoaga, notable personaje, fue invitado a formar parte del grupo insurrecto conformado por los hermanos Angulo y Mateo Pumacahua, negándose hacia este pedido, motivo por el que su Obraje fue incautado; poniéndose este centro de producción al servicio de los patriotas, mostrando la relevancia de la industria no solo en la economía, sino, en la búsqueda de independencia política.

Picoaga se retiró hacia Lima, donde fue persuadido por el virrey Abascal para que enfrentara a los rebeldes, retornando al Sur, siendo tomado prisionero en la Apacheta-Arequipa por el ejército de Pumacahua, para luego ser conducido al Cusco juntamente con el intendente Moscoso.

El 29 de enero de 1815, Francisco de Picoaga y José Moscoso fueron asesinados a altas horas de la noche al interior del calabozo donde se encontraban recluidos y engrilletados, debido a que los patriotas no se atrevieron a ejecutar a estos personajes en público. Los cadáveres de ambos amanecieron colgados en la horca de la plaza Mayor del Cusco al día siguiente, acto que fue reprobado y que contribuyó a desprestigiar la causa patriótica, que hasta entonces había contado con el apoyo decidido de todas las poblaciones del Perú. Respecto a quien tomó la decisión de ejecución, recae generalmente en José Angulo; sin embargo, al viajero alemán Heinrich Witt le fue narrado que fue Pumacahua quien en una borrachera ordenó la ejecución.

Este es un punto interesante es este tramo de la historia de la Fábrica: ver a un personaje elitista criollo defendiendo por las armas y hasta la muerte la causa realista, y a la par, involucrado en actividades industriales que forjan política y economía nacional, muy contrario a los intereses realistas de ultramar.

Otro tema que sale a colación es la desunión de los cusqueños o sus élites hacia la emancipación regional. Las causas de ello pudieron estar: por un lado, en los sentimientos de lealtad que mantenían hacia la Corona; lealtad que volcaron hacia la región tras la capitulación de aquellos; segundo: el que las élites económicas hubieran percibido que faltaban recursos para financiar la guerra, posición debilitada por la falta de emancipación hacia la causa por parte de las élites limeñas, ya que esta provincia fue la única en no unirse a la revolución patriota de 1814.

En contraste, un elemento que posiblemente hiso que en el Cusco surja un movimiento de resistencia hacia la independización encabezada por los países vecinos en los primeros años de la década de 1820, era porque los ejércitos patriotas asesorados por europeos abanderaban el libre comercio propugnando el liberalismo; liberalismo que habría de perjudicar la economía regional y nacional, cambio económico influenciado por cambios tecnológicos y culturales para los cuales el Perú no estaba preparado, proceso que dilataría o desfiguraría la tan ansiada independencia económica y política impulsadas por las pre industrias y proto industrias nacionales.